Irradia, emisión del 5 de julio de 2020

Irradia, emisión del 5 de julio de 2020

Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo XIV del Tiempo Ordinario

Escuchar Aquí:

(Música, Que no te olvide Señor, Tony Rubí)

“Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados que yo los aliviaré”

Buenos días queridos radioyentes, este domingo tenemos el placer de compartir nuestro espacio con el padre Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba. Les dejo en su compañía.

Queridos hermanos, donde quiera que se encuentren, buenos días, buenas tardes, buenas noches. Nos reunimos una vez más para reflexionar sobre la Palabra de Dios, particularmente la del domingo XIV del tiempo ordinario. Esa Palabra de Dios que nos ilumina, que nos enriquece y que nos guía; que nos sirve para dar gracias a Dios por la semana que termina, por todo lo que hemos recibido, y para comenzar la nueva semana con la fuerza que viene de lo alto.

La primera lectura está tomada del libro del profeta Zacarías en el Antiguo Testamento (Zacarías 9, 9-10), y nos pide que nos alegremos, nos alegremos porque viene a nosotros el Rey, justo y victorioso montado en un burrito. ¿Y viene a qué? A traernos la paz.  Si recordamos recientemente l tiempo de Pascua en las que leíamos las apariciones de Jesús a sus discípulos, de Jesús resucitado, cada vez que se reunía con ellos les decía, Paz a ustedes, porque ellos necesitaban paz, porque la Pasión, porque la Cruz, porque la ausencia momentánea del Señor, los había dejado sin paz. Y sin paz no se puede vivir, sin paz no se puede predicar, y sin paz no se puede dar testimonio. El Señor les iba a dejar la misión de anunciar la Buena Nueva, para eso necesitaban paz.

La primera lectura nos dice: alégrense porque viene el Señor. ¿Y a qué viene el Señor? A traerles la Paz. Hay que abrir el corazón a esa paz del Señor.

Con el Salmo 144 hemos rezado repitiendo, Acuérdate Señor de tu misericordia. No quiero enmendar la plana de quien hizo las lecturas, las escogió, las buscó; pero yo hubiera dicho, Acordémonos de la misericordia del Señor, porque el Señor siempre se acuerda de su misericordia, el Señor siempre tiene presente su misericordia, el Señor siempre derrama su misericordia sobre nosotros, y somos nosotros los que nos olvidamos de eso.

Pensamos que Dios está como un gendarme, como un policía de tránsito, esperando que nos equivoquemos para dejar caer su ira sobre nosotros. Y no, el Señor está ahí vigilante, pero para darnos la paz, para derramar su misericordia, para darnos la tranquilidad espiritual que necesitamos para vivir cada día, para superar las dificultades, para ponernos en pie, para seguir adelante, para recibirlo en nuestro corazón como le dice San Pablo a los Romanos, el Señor quiere habitar en nosotros, el Padre quiere habitar en nosotros, pero tenemos que prepararle un lugar en nuestro corazón para que pueda venir a habitar en nosotros.

Tenemos que sacar del corazón todo aquello que impide que el Señor haga morada, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Tenemos que sacar nuestras intranquilidades, nuestras dudas; tenemos que sacar nuestros egoísmos, nuestras ambiciones; tenemos que sacar nuestros odios, nuestros rencores, nuestros deseos de venganza; tenemos que sacar todo aquello que impide que el mandamiento del amor, “ámense los unos a los otros como yo los he amado”, se pueda hacer realidad. ¡Tratemos de hacerlo realidad! ¿Es difícil, amar es difícil? Siempre es difícil, y siempre que amamos sufrimos, pero que triste es no amar por no sufrir.

El Señor sufrió, cuánto he llorado porque he querido acogerlos a ustedes como las gallinas acogen a sus polluelos bajo sus alas y no me han escuchado. Pero el Señor ama, el amor está por encima de todo. No podemos temer amar, tenemos que llenar el corazón de amor, entonces el señor hará morada en nosotros. Lo sepamos o no, el Señor estará ahí.

Ahora vamos a escuchar el Evangelio, tomado del evangelista San Mateo, capítulo 11, en los versículos del 25 al 30.

(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 11, 25-30)

El evangelio comienza diciéndonos el evangelista, porque nos habla a nosotros. La Palabra de Dios es para todos los tiempos. Cuando el evangelista habla, nos habla a nosotros hoy, ahora, en nuestra realidad. El evangelista nos dice que el Señor daba gracias al Padre, porque había escondido todas estas cosas que se iban revelando en él, a los sabios y entendidos, y lo había revelado a la gente sencilla. ¿Quiere decir que los sabios y entendidos no van a recibir la Palabra del Señor? No, quiere decir que, para recibir la Palabra del Señor, hay que ser sencillo. Y ser sencillo es descubrir en nosotros la necesidad de Dios. A veces estamos tan llenos de nuestra sabiduría humana, que no dejamos lugar para Dios. A veces pensamos que tenemos las respuestas para todas las cosas y cuando llegan los momentos difíciles de la vida, entonces nos damos cuenta de que no tenemos respuestas.

Tenemos que hacer la experiencia de pedro cuando le dice, “Señor, aunque todos te dejen yo no te abandonaré, yo daré mi vida por ti”, y Jesús le responde, “Antes que el gallo cante me negarás tres veces”. Y Pedro tuvo que hacer esta experiencia, para cuando el Señor le preguntara después de resucitar, “Pedro, ¿me amas más que éstos?”, él pudiera responder, “Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero”, y escuchar entonces las palabras de Jesús, “Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas”. Los sencillos son los que abren el corazón a Dios, los que saben que todo lo que tienen viene de Dios, que su sabiduría humana viene de Dios.

También nos dice el evangelio de hoy que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. No con esas palabras, pero sí nos dice que solamente podemos llegar al Padre a través de Él, sólo a través de Jesús podemos encontrarnos con el Padre, Él es el camino que tenemos que seguir, es la Verdad que nos enseña que el Padre nos ama y es misericordioso, y es la Vida que nos viene a traer; esa Vida que encontramos cuando descubrimos la presencia de Dios en nuestra existencia y que ya no termina más, en la medida en que somos fieles y lo seguimos cada día.

 Pero qué difícil se hace el camino, cuanto nos fatigamos y nos agobiamos en ese camino y el Señor nos dice entonces “Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados que yo los aliviaré, porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”. Qué lástima que busquemos el alivio y el consuelo en otro lugar, busquemos el alivio y el consuelo donde no podemos encontrar, o donde lo encontramos momentáneamente, y una vez que pasa ese momento ya lo volvemos a perder. Sólo cuando vamos al Señor, cuando nos ponemos en sus manos, cuando confiamos en Él, cuando descubrimos su misericordia, entonces encontramos el alivio a nuestras fatigas, a nuestros agobios, y podemos ponernos en pie y seguimos cada día adelante.

“Mi yugo es llevadero y mi carga ligera” ¡Cuota carga cargamos sobre nuestros hombros! Y sin embargo la carga ligera que Jesús viene a traer no la queremos cargar. Entonces, pidámoslo así hermanos, en este día. Pidámosle al Señor el primer lugar que abramos el corazón a la Paz, a la paz que Él viene a traernos, que descubramos su misericordia, para que el Señor pueda venir a hacer morada en nosotros; que encontremos en Él siempre, el consuelo a nuestras fatigas, para que podamos ponernos en pie y seguir adelante, con alegría, con gozo. Que así el Señor nos lo conceda.

“Señor, manso y humilde corazón, haz mi corazón como el tuyo. Yo soy uno de tantos cansados y agobiados a quienes tú invitas a encontrar en ti, el descanso y el alivio, cargando con tu yugo llevadero y tu carga ligera. Quiero ir a ti, sentarme a tus pies y escuchar con calma de tus labios, Nadie conoce al Padre sino el Hijo, las maravillas del Padre que tanto ama al mundo”

(Música, Dame un corazón como el tuyo)

Hermanos les invito a hacer un momento de silencio para ponernos en oración. Juntos presentemos a Dios nuestras peticiones.

Después de cada petición oramos diciendo: Te lo pedimos, Señor

Por la Iglesia universal, para que fiel a las enseñanzas de Jesús, esté siempre atenta a las necesidades y los retos que impone cada momento, oremos: Te lo pedimos, Señor

Por los que son servidores del pueblo, los que gobiernan, los que dirigen, los que distribuyen recursos, para que nunca olviden que la razón de ser de su servicio son sus propios hermanos, oremos: Te lo pedimos, Señor

Por los enfermos y sus familias, en especial los contagiados con el virus, y los que aún están en cuarentena, para que no decaigan en su ánimo y luchen con todas sus fuerzas por la vida, oremos: Te lo pedimos, Señor

Cercana ya la fecha de los 505 años de fundación de esta ciudad de Santiago de Cuba, el próximo 25 de julio, pidamos a Dios, por intercesión de Santiago Apóstol, nuestro patrono, por todos los santiagueros para que, con su alegría, su fuerza y su fe, trabajen responsablemente en la construcción de una ciudad que sea orgullo y ejemplo para todos, oremos: Te lo pedimos, Señor

Para que no pasemos de largo ante una persona que sufre por alguna discapacidad física o mental, y como pueblo, fomentemos una actitud de cercanía y solidaridad con nuestros semejantes, en especial con los que más nos necesitan, oremos: Te lo pedimos, Señor

Por los médicos, enfermeras y enfermeros, auxiliares, investigadores, trabajadores de la salud, para que continúen en su empeño de trabajar por el bien y la salud de todos, oremos: Te lo pedimos, Señor

Por todos nuestros difuntos, para que estén gozando de la paz junto a Dios, oremos: Te lo pedimos, Señor

Señor te presentamos todas estas súplicas, y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces, por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, Amén.

Muchas gracias por habernos acompañado, espero que nos volvamos a encontrar pronto.

Ahora hermanos, oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdónanos nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal. Amén

Hermanos, vamos a disponernos a  recibir la bendición de Dios.

Que Dios todo poderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros, familiares y amigos, y nos acompañe siempre. Amén

Les habla el padre Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Catedral de Santiago de Cuba.

 (Música, Toma mi mano, de Roberto Orellana)

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