De Guantánamo a Santiago: Un mensaje de amor
Por: Mercedes Ferrera Angelo
Arquidiócesis de Santiago de Cuba, 7 de enero de 2019 / El pasado 30 de diciembre, como para cerrar el año con un hermoso Broche de Oro, la SBMI Catedral de Santiago de Cuba acogió a los hermanos de Santa Catalina de Ricci, la Catedral guantanamera, con su presentación navideña. Este intercambio, llamémosle así, viene sucediendo desde hace varios años y para algunos de nosotros es un evento muy esperado.
La obra, preparada y dirigida por el P. Jean González, integra de manera excelente textos bíblicos devenidos en estampas que narran lo que aconteció allá en Belén hace más de 2000 años, con María, José, los pastores, y hasta los sabios, o reyes, venidos de otras tierras y la música. Y es precisamente este último elemento, el de la música y el canto, enlazados en las bellas voces de los intérpretes lo que contribuyó a unirel ayer con el hoy, y por qué no, lo divino con lo humano. Los jóvenes de la parroquia devenidos en actores y algunos profesionales que se les sumaron en esta aventura, hacen lo demás.
Si algo no puede pasarse por alto al hablar de esta presentación, es el ambiente que se crea entre los que están “en escena” y el público. Después de las primeras notas, resulta difícil no mirar, escuchar o dejar de estar atentos a lo que acontece. Más allá del hecho de que conocemos la historia de principio a fin, algo sucede que pone a los presentes en una particular disposición de escucha y de asombro.
Quizás por eso, resultó tan sorpresivo y emocionante, ver en los momentos finales como los jóvenes que hacían de María y José iban dejando poco a poco el espacio que habían ocupado para introducirse entre el coro y los demás actores y luego mostrarnos, sin que lo imagináramos siquiera, a una encantadora criaturita que ocuparía el lugar del niño-imagen y que miraba al público entre el asombro, la alegría y la ternura de un recién nacido. Solo de aparecer se ganó el aplauso de todos los presentes. Nadie lo esperaba y la sorpresa hizo más grande el momento. Eso mismo, comentaba al final alguien del público, debe haberle sucedido a los pastores, a los vecinos, a los que pasaban y hasta los mismos padres, a todos los que en ese momento, se encontraron con Jesús así, totalmente niño, totalmente grande ¡que sorpresa!
En nombre de todos, Mons. Dionisio García agradeció a los hermanos guantanameros, alentándolos para que sigan llevando ese mensaje que aunque conocido, siempre es esperado. Y el agradecimiento es para todos, porque son muchos los que se implican en esta puesta, desde el sacerdote hasta los choferes que los transportan acá, pasando por los músicos, técnicos de audio, los que arreglan las luces, los que visten y maquillan, los familiares y colaboradores. Para unos y otros fue una excelente despedida de un año que terminó y aliento extraordinario para el que comenzó. ¡Muchas Gracias hermanos! Y ¡Qué se repita!