MARÍA ANTONIA: hacia El Alcázar eterno

Por: P. Jorge Catasús Fernández

21 de julio de 2018                 

voy a prepararles un lugar   …. para que donde yo esté, estén también ustedes”  (Juan 14, 2) 

Unos 7 kilómetros antes de llegar a la ciudad de Contramaestre, desde Santiago de Cuba por la carretera central, se encuentra el poblado conocido como Romana 7. Allí está enclavada la finca El Alcázar, única en Cuba por su extensión y belleza. Su propietaria, María Antonia Puyol Bravo, ha sido una mujer verdaderamente extraordinaria, “fuera de serie”, sencillamente: encantadora. Uno sabía cuándo llegaba a su confortable residencia, pero no sabía cuándo podría marcharse. Su enorme capacidad de convocatoria y acogida y su alto sentido de la amistad, hacían posible la confluencia en su casa de personas de distintas procedencias y ámbitos sociales, provocando entre todos, al coincidir, un clima de respeto y fraternidad, por encima de cualquier tipo de prejuicios y diferencias. ¡Cuánto gozaba María con las visitas de sus amigos!

Sin duda alguna, fue una de las personas más conocedoras en materia de ganadería en nuestro país, en las últimas décadas. Ejemplares de sus animales le valieron múltiples premios en ferias ganaderas y otros eventos dentro y fuera de Cuba. 

Un grave accidente vascular encefálico, a principios de junio pasado, le mantuvo durante unos 40 días, entre la vida y la muerte, en el Cardiocentro de Santiago de Cuba. Al fin falleció, cerca del mediodía, el 12 de julio de 2018, habiendo cumplido ya 92 años.

Me he preguntado en esos días: ¿qué grado de conciencia de su estado pudo tener María Antonia en los días de oscuridad en el hospital?, ¿pudo de algún modo y en algún momento de lucidez intuir o imaginar lo que estábamos viviendo, familiares y amigos en desvelo por ella, esperando en cada entrevista algún parte esperanzador, testimonio de nuestro inmenso cariño?, ¿qué pudo pasar en lo profundo de su corazón, qué se preguntaría en aquellas tenebrosas jornadas? No lo sabemos, no lo sabremos nunca. Queda esto en el misterio….

Estando ya ingresada, el 13 de junio, fiesta de San Antonio de Padua  se celebró una Eucaristía presidida por el Arzobispo de Santiago de Cuba, Mons. Dionisio García, y concelebrada por varios sacerdotes amigos, en la hermosa Ermita dedicada a la Virgen de Fátima que ella hizo construir, hace unos pocos años, en el jardín aledaño a su residencia. Esa misa ella la había organizado ilusionada, la había soñado, con semanas de antelación, invitando personalmente al Arzobispo, sacerdotes, amigos, colaboradores y trabajadores.

Una nueva y gozosa Eucaristía, presidida esta vez por el padre Ezio Borsani, párroco de Contramaestre, y tres sacerdotes amigos, en la espléndida mañana del 19 de julio, fue el marco más adecuado para dejar reposar sus cenizas, definitivamente, en el bello panteón que se le erigió, precisamente cerca del altar de su Ermita querida.

Desde al canto de entrada: “tomado de la mano con Jesús yo voy, le sigo como oveja que encontró al pastor”, hasta el final: “Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre…”, todo transpiraba mucha paz, mucha esperanza…, paradójicamente, mucha VIDA.

Sí, así lo revelaban también los textos escogidos de la Carta de San Pablo a los Romanos y del Evangelio de San Juan, que fueron comentados emotiva y lúcidamente por el P. Ezio, resaltando, con la imagen de la semilla que cae en tierra y muere para dar mucho fruto, cómo cuando entregamos la vida es que la ganamos para siempre y cómo todos los seres humanos somos hijos de Dios, por Cristo, vencedor de la muerte con su resurrección, que nos da la posibilidad de una vida en plenitud, desde ahora y más allá de la muerte.

Asimismo, en su homilía dio gracias a Dios por la vida de María Antonia, como un don de Dios para todos. El P. Ezio manifestó, además, que cuando asistió por última vez y le llevó la comunión a María Antonia, estando todavía en el hospital de Contramaestre, ella le había confesado su temor a morir “porque ya no podría ver su finca” y él le contestó: “todos tenemos miedo a morir, pero el paraíso es una finca más grande y más bella”.

Recuerdo ahora, unos días después de ingresada, una conversación que se suscitó frente al Cardiocentro. Su sobrina Ina, algunas de sus colaboradoras y amigas, el Arzobispo y algunos sacerdotes, valorando la posibilidad de un fallecimiento inminente y abordando el tema del lugar donde se enterraría, se recordó algunas de sus expresiones en algunas ocasiones: al lado de mi caballo Pimienta, en una de las elevaciones de la finca,….. En pocos minutos aparecería el consenso entre  todos los presentes: cerca del altar de su Ermita de la Virgen sería el lugar. Estábamos completamente seguros de que ella hubiera coincidido con nosotros.

Pocos minutos antes de comenzar la misa de exequias, su sobrino Carlos, que al fin había podido llegar desde España dos días antes, vino hacia mí con una vieja herradura en sus manos: era de Pimienta, me dijo. Inmediatamente convenimos que se llevaría junto al ánfora de las cenizas, encabezando la procesión de entrada. Al concluir la celebración, bendecido e incensado el panteón, Ina depositó el ánfora dentro del mismo y luego Carlos colocó delante de ella la vieja herradura de Pimienta. Entonces se procedió a sellarlo con la lápida de mármol de Carrara preparada con la siguiente inscripción: EPD María Antonia Puyol Bravo, 29 de enero de 1926 – 12 de julio de 2018. Muy querida por su familia, trabajadores, amigos y el pueblo cubano. 

Seguidamente Ina, muy emocionada, pronunció breves palabras de agradecimiento a los presentes y evocó lo que significó de ejemplo su Manina, desde su niñez.

María Antonia: ya no volverás a madrugar para contemplar la salida del sol en tus campos, ni a sentir el rocío junto a los olores que llegan desde tus establos y corrales al amanecer; ya no asistirás al parto difícil de algunos de tus animales; ya no esperarás expectante e inquieta el resultado de algún cruce genético original fruto de tus saberes y experiencias; ya no indicarás más ensillar tu mejor corcel para recorrer llanos y montañas; ya no verás nuevamente a alguno de tus toros o caballos con sus vaqueros desplegando su excelsitud y majestuosidad en una feria; ya no te sentarás en tu balance preferido, en tu esquina preferida del corredor, escoltada por tus fieles mascotas…y disfrutar una conversación amistosa; ya no te detendrás a escuchar las inquietudes y necesidades de tus trabajadores y tratar de ayudarlos; ya no acercarás, con tu corazón abierto, ecuménico, a personas de pensar distinto;……

Tu Dios, María, a quien le erigiste un altar en tu casa, no te juega una mala pasada, no permite que tus más hermosos anhelos y espléndidos proyectos desemboquen en total frustración. Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, con su Muerte y Resurrección ha abierto un boquete en el murallón aparentemente inexpugnable de la muerte. Él ha hecho posible lo imposible. Posible que creamos. Posible que vivamos de su muerte. Posible que muramos en su vida. Él ha ido a prepararte un LUGAR, el LUGAR que algunos llaman “el paraíso”, el LUGAR de la Luz y de la Paz que todos los humanos ansiamos en lo más profundo de nuestros corazones, la FINCA infinita, el ALCÁZAR eterno: el Reino de la BELLEZA inimaginable y la VIDA perdurable, inagotable, junto a Dios. 

Deseo concluir estas palabras de sentido homenaje, compartiendo un iluminador poema del sacerdote, poeta y periodista español José Luis Martin Descalzo (1930-1991), de su cuaderno póstumo: Testamento del pájaro solitario, soneto que ha sido uno de mis confortantes asideros cuando el sufrimiento ha tocado a mi puerta o en la de mis amigos más cercanos.

Y entonces vio la luz. La luz que entraba                                                                                                                       

por todas las ventanas de su vida.

Vio que el dolor precipitó la huida

Y entendió que la muerte ya no estaba. 

Morir sólo es morir. Morir se acaba.

Morir es una hoguera fugitiva.

Es cruzar una puerta a la deriva

y encontrar lo que tanto se buscaba. 

Acabar de llorar y hacer preguntas;

ver al Amor sin enigmas ni espejos;

descansar de vivir en la ternura;

tener la paz, la luz, la casa juntas

y hallar, dejando los dolores lejos,

la Noche-luz tras tanta noche oscura.

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