Una jornada de gracia

Por: María C. López Campistrous

La jornada que termina ha sido un verdadero regalo de Dios. Presta desde el día anterior por la llegada del papa Francisco, de aquel que solo dice soy “Misionero de la Misericordia de Dios”, no soy yo… quiero dar testimonio de Aquel que es el Amor esplendoroso. 

Todos le vimos bajar la escalerilla del avión sonriente, sin preocuparse por el viento que en la pista del aeropuerto le hacía volar el solideo; también en el fondo un poco cansado pues las largas horas de vuelo siempre pesan. 

Soy espectadora a través de las pantallas colocadas en la Sala de Prensa en el Meliá Santiago, donde estoy, de la soltura de los niños que con las flores le hablan, alguno más decidido que otro le abraza para ya decidirse todos a abrazarle. Para ellos será como un abuelito cariñoso del que mucho le han hablado en estos meses en la catequesis. 

Solo quizás destaco el recordarnos que nuestra nación  ha dado, junto a los Estados Unidos, “un signo de la victoria de la cultura del encuentro, del diálogo, del sistema del acrecentamiento universal… por sobre el sistema, muerto para siempre, de dinastía y de grupos”.  Animó a “los responsables políticos a continuar avanzando por este camino” y a “desarrollar todas sus potencialidades, como prueba del alto servicio que están llamados a prestar a favor de la paz y el bienestar de sus pueblos, de toda América, y como ejemplo de reconciliación para el mundo entero”. 

El recorrido será largo, más de quince kilómetros le separan de la Nunciatura Apostólica su casa por dos días en La Habana. Cerca de 100 jóvenes le esperaban, con gritos, palmas y cantos. Se quedaron, me contaron, hasta tarde a la espera de unas palabras del Santo Padre. Ya oscuro, pensaban que no iba a salir a decir “buenas noches”, pero… De sorpresa le vieron bajar las escalinatas, abrir el portón de la Nunciatura y dirigirse hacia los jóvenes que todavía lo esperaban sobre la calle. Espontáneamente los jóvenes gritaron!! Se acercó, y ellos les empezaron a decir sus sueños, sus anhelos de una Cuba mejor. Los que estaban allí no pudieron escuchar que decía, pero seguramente se difundirá entre los jóvenes sus palabras. 

Ya en la mañana la cita es en la Plaza José Martí un sencillo altar, esta vez en otra esquina, ha sido preparado. El espacio cuidadosamente delimitado está repleto de cubanos, cerca de 200 mil le calculan. Hay gozo, su guardia personal le va acercando niños que los padres levantan para que bese y bendiga. La eucaristía es fiesta, fiesta el regalo de sus palabras: “Lejos de todo tipo de elitismo, el horizonte de Jesús no es para unos pocos privilegiados capaces de llegar al «conocimiento deseado» o a distintos niveles de espiritualidad. El horizonte de Jesús, siempre es una oferta para la vida cotidiana también aquí en «nuestra isla»; una oferta que siempre hace que el día a día tenga cierto sabor a eternidad… ¿Quién es el más importante? Jesús es simple en su respuesta: «Quien quiera ser el primero, o sea el más importante, que sea el último de todos y el servidor de todos». Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás.” 

Es preciso en la invitación “Hay un «servicio» que sirve a los otros; pero debemos cuidarnos del otro servicio, de la tentación del «servicio» que «se» sirve de los otros. Hay una forma de ejercer el servicio que tiene como interés el beneficiar a los «míos», en nombre de lo «nuestro». Ese servicio siempre deja a los «tuyos» por fuera, generando una dinámica de exclusión.”  Concluye «Quien no vive para servir, no sirve para vivir». 

En el Angelus no deja de mirar a la realidad de Colombia “consciente de la importancia crucial del momento presente, en el que, con esfuerzo renovado y movidos por la esperanza, sus hijos están buscando construir una sociedad en paz». Que la sangre vertida por miles de inocentes durante tantas décadas de conflicto armado, unida a aquella del Señor Jesucristo en la Cruz, sostenga todos los esfuerzos que se están haciendo, incluso en esta bella Isla, para una definitiva reconciliación.” 

La tarde fue fiesta para mí. Con discursos bajo embargo ya impresos y distribuidos a los colegas, aguardaba el encuentro con el Papa que desde el mismo comienzo de su Pontificado nos ha dado alas, para soñar el sueño del Reino de Dios… que cambia lo previsto, por los líos del amor que se le desborda. Hermosos regalos se intercambian en la sede del Gobierno, él trae con obsequio un mosaico de la Virgen de la Caridad, realizado por artista italianos, y recibe un inmenso crucifijo, obra de Kcho, conocemos el detalle de que los remos que forman la cruz son de los miles que arriban a las costas de Lampeduza en Italia, dejando en el mar Mediterráneo a decenas de emigrantes que sueñan alcanzar un futuro mejor… no puedo dejar en los remos de los cubanos, que en otras orillas recalan… cuentan que cerca de la Ermita de la Caridad están junto al mar y a los pies de la Madre, están remos, balsas y botes… que llegaron vacíos. Y vuelvo a sentir a Francisco como “el constructor de puentes”, que ningún mar del mundo sea sepultura de los que buscan y anhelan cambios. 

Luego Reina, la Iglesia del Sagrado Corazón, de los padres de la Compañía de Jesús. Es Francisco que se baja a saludar, besa, abraza y sonríe a todos. No sabemos que le dicen, qué palabras escapan al saludarle, los jóvenes fuera gritan para armar líos: seguro ellos son la juventud de Cristo que los quiere para construir la Patria nueva. 

En la Catedral de la Habana será el encuentro con los consagrados, los sacerdotes, diáconos y seminaristas para el rezo de las vísperas. Sor Yaileny Ponce Torres, Hija de la Caridad, dará su testimonio de joven consagrada. La escucho hablar lento, pausadamente, quizás es una técnica para que la emoción no le haga temblar, pero sé que tiembla; allí está la vida de los más pequeños entre los pequeños en sus palabras, que no son grandilocuentes pero que hablan con la belleza y la sencillez del amor. 

Tras las lecturas de la Palabra, Francisco va hasta el comienzo del presbiterio para desde allí hablarles al corazón. Le sobra la meditación ya escrita que entrega al Cardenal Ortega para que en otro momento se lean y mediten, y se escucha la voz del Padre. Trato de seguirle, verle, escucharle y teclear el texto, pero solo consigo ir hilando frases, usa una palabra repetida varias veces por Mons. Jaime en su saludo: pobreza… “Cuando los bienes te entran en el corazón y te empiezan a conducir la vida te perdiste… La pobreza es el muro y la madre de la vida consagrada… la madre porque engendraba más confianza en Dios… el muro porque la protegía de la mundanidad… Me contaba un viejo cura sabio, que cuando se mete el espíritu de riqueza en un consagrado, cuando uno empieza a juntar plata, el futuro no está en Dios… benditos los ecónomos desastrosos que la hacen libre, la hacen pobre… Nuestra santa madre Iglesia es pobre, Dios la quiere pobre, como quiso pobre a nuestra santa Madre María… La Hna Yainely nos hablaba de los últimos, de los más pequeños… aunque sean grandes uno termina tratándolos como niños… El más pequeño… es una frase de Jesús y que está en el protocolo con el vamos a ser juzgados… Lo que hiciste al más pequeño a mí me lo hiciste… Hay servicios pastorales que son más gratificantes, sin ser malos, ni mundanos… pero cuando uno busca al más pequeño… al que nadie quiere… y sirve al más pequeño está sirviendo a Jesús de manera superlativa… Gracias a estas mujeres y a tantas mujeres consagradas al servicio de lo “inútil”… no se puede hacer nada con esos hermanos nuestros… ahí resplandece Jesus y ahí resplandece mi opción por Jesús.” 

Tengo la tentación de repetir todo el discurso… “Padre yo soy cura, y tengo una parroquia o un párroco… cual es mi Jesús… cual es el más pequeño, el que me muestra más la misericordia del Padre. Obviamente sigo recorriendo el protocolo de Mt 25… pero para el sacerdote hay un lugar privilegiado…el confesionario y ahí cuando ese hombre y esa mujer te muestra su miseria, la misma de vos… Por favor no lo retes, no lo retes… no lo castigues… si no tienes pecado tírale la primera piedra ahí pensás que vos puede ser esa persona… potencialmente puedes llegar más bajo… tienes un tesoro en tus manos… la misericordia de Dios… no se cansen de perdonar… sean perdonadores, no se cansen de perdonar como lo hacía Jesus, no se escondan en miedos o rigideces. Así como estas monjas no se ponen furiosas cuando encuentran al enfermo sucio… cuando te llegue el penitente no lo retes.”  

Ya casi termina “San Ambrosio tienen una frase que me conmueve mucho: donde hay misericordia está el Espíritu de Jesús, donde hay rigidez están solo sus ministros… Que el Señor nos conceda estas gracias: pobreza y misericordia, porque ahí está Jesús” 

Sólo queda un acto en el programa de la noche, el encuentro con los jóvenes. Será a las puertas del otrora Seminario San Carlos y San Ambrosio, hoy sede del Centro Cultural P. Félix Varela, del sacerdote y filósofo que nos enseñó a pensar primero. Siento que el alma no me da más de henchida. 

Otros colegas hacen sus informaciones, cotejan como yo los discursos, alguno se acerca en medio para precisar datos de la llegada mañana a Santiago de Cuba… y debo hacer alto al gozo para otro gozo, y por el en última instancia estoy allí, para servirles y ayudarles en su trabajo y servicio, para que este sea completo. Oro por los muchos comunicadores que en La Habana y Holguín hacen este servicio, las redes sociales nos permiten estar muy cerca… oro por el P. Rolando y el P. Marcoleta, la Hna. que acompañan las conducciones de los encuentros para Cubavisión y Tele Sur. 

Y vuelvo a la escucha atenta… “Ante ti querido papa Francisco hay jóvenes diversos y plurales, cristianos, practicantes de religiones afrocubanas, creyentes de fe sencilla, profunda y no institucionalizada, no creyentes; pero algo nos une ante esta diferencia de pensamiento que van desde la religión, la ideología hasta cualquier otra forma de proyección ante la vida: lo que nos une es la esperanza en un futuro de cambios profundos y donde Cuba sea un hogar para todos sus hijos, piensen como piensen y estén donde estén…  Ayúdenos, Santo Padre, a ser jóvenes que sepamos acoger y aceptar al que piense diferente, que no nos encerremos en los conventillos de las ideologías o las religiones, que podamos crecernos ante el individualismo y la indiferencia, grandes males de la rutina cubana. Que al salir de aquí seamos capaces de interpretar los signos de nuestros tiempos y nos tomemos todos de la mano para construir una Cuba como la quiso nuestro Héroe Nacional José Martí “Con todos y para el bien de todos”. Y que este encuentro con usted nos permita que nuestra patria sea una tierra de reconciliación y un espacio para la cultura del encuentro, y que conforme nos enseñó nuestro querido padre Félix Varela, asumamos el reto de ser “la dulce esperanza de la Patria”…Santo Padre, el agua nos confirma la alegría de los jóvenes cubanos porque usted nos dedique hoy, muchos han sido los inconvenientes, pero está con nosotros. El agua no nos detendrá para darle una bienvenida, como el Papa que la Iglesia y los jóvenes necesitaban y quieren. Bienvenido a Cuba, los jóvenes cubanos lo queremos”, es el testimonio de Leonardo Manuel, un joven católico habanero. 

Y el Santo se ve feliz, y vuelve a improvisar. Toma palabras de Leonardo para ir conversando con sus jóvenes hijos… me quedo con algunas… “Capacidad de hablar de aquello que tengo en común con el otro se llama amistad social, la enemistad social destruye… una familia se destruye, un país se destruye, el mundo se destruye por la enemistad… la enemistad más grande es la guerra, porque son incapaces de sentarse y hablar… Cuando hay división, hay muerte… Matamos la capacidad de unir… Sean capaces de crear la amistad social… Los jóvenes son la esperanza de un pueblo… pero es sufrida la esperanza… hay que sabe sufrir para llevarla adelante… ¿Sos capaz de sacrificarte por el futuro?… ¿Por qué tiramos la piedra sobre aquello que nos separa, aquello sobre lo que somos, aquello sobre lo que somos distintos? ¿Por qué no nos damos la mano sobre lo que tenemos en común?… Vayamos acompañados, encontrados, aunque pensemos distintos, aunque sintamos distintos. Pero hay algo que es superior a nosotros, es la grandeza de nuestro pueblo, es la grandeza de nuestra Patria, es esa es belleza, esa dulce esperanza de la Patria a la que tenemos que llegar.” 

Termino… y voy a la casa feliz, sabiendo y creyendo que puedo también ser siempre constructora de puentes, de unidad… pido como san Francisco “hazme Señor instrumento de paz”  

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