Palabras de Monseñor Emilio Aranguren. Obispo de Holguín

Por: Monseñor Emilio Aranguren

Querido Santo Padre, mis palabras son expresión del agradecimiento cordial, filial y fraterno de cuantos nos sentimos parte de esta Iglesia diocesana que peregrina en las provincias de Holguín y Las Tunas por todo cuanto significa su visita y de manera especial, la celebración eucarística que ha presidido.

1. En primer lugar me permito decirle quequienesintegramos esta Iglesia diocesananos sentimos Pueblo de Dios en medio y formando parte del pueblo cubano. Por ello nos esforzamos por ser una Iglesia servidora que día a día sale como el samaritano a tender la mano al que está a la espera del mismo, tal como nos enseñó Jesús al explicarnos que la misericordia se expresa con gestos concretos y puntuales, aun cuando lo hagamos con las manos vacías. Las autoridades del país conocen bien que la Iglesia no pide para sí, sino que solicita aquello que necesita para cumplir con la misión que Jesús le encomendó. La Iglesia está convencida que el Evangelio puede hacer que cada cubanotenga un rostro más bondadoso y más humano, ya que la fe en Jesucristo alimenta la vivencia de la virtud. 

2. Esta misión la llevamos adelante en medio de un pueblo que, en determinadas etapas de su vida vive en tensión debido a “prejuicios y discordias”, y es en esa realidad donde –como discípulos de Jesús– nos corresponde ser “signo de unidad, de concordia y de paz”, tal como rezamos en la Misa.Al paso de las décadas nuestra Iglesia, en el silencio de la cotidianidad, ha ido fortaleciendo su propia espiritualidad pastoral sustentada en cuatro claves del Reino: el valor de “lo poco”, de “lo pequeño”, de “lo anónimo” y de “lo gradual”.

3. Santo Padre, con su presencia entre nosotrosse actualiza la misión que Jesús encomendó a Pedro cuando le dijo: “Confirma a tus hermanos en la fe” (Lc. 22,32).Que su visitasea para nosotros una confirmación en la fe que nos ayude a leer nuestra historia con esa mirada interior y profunda que permite sintetizarlo todo en el Amor que Dios nos tiene.

Cerca de aquí, por Bariay, en 1492 Colón puso pie en tierra firme como representante de la cultura del Viejo Mundo. En 1612, por Nipe entró en tierra cubana la imagen de la Virgen de la Caridad y su primer templo lo tuvo en nuestro Hato de Barajagua. En 1790el madero de la cruz quedó erguido en la Loma que hoy lleva su nombre y desde donde Ud. nos bendecirá esta tarde como regalo de despedida. A mediados del siglo XIX, en nuestra actual Iglesia Catedral, San Antonio María Claret –misionero incansable de nuestros campos orientales–fue agredido y herido en el rostro dejándonos también la huella de su sangre como testimonio de su entrega al Señor. Hoy,como Sucesor de Pedro,Ud. también marca para siempre la historia de nuestro pueblo al visitarnos como “Misionero de la Misericordia”, lo cual nos compromete a vivir con espíritu de conversión, en comunión con toda la Iglesia, el ya cercano Año Jubilar al que nos ha convocado.Comoefecto de la misericordia divina hacia nosotros –como Iglesia que somos– nos corresponde favorecer lo que Ud. ha llamado “la pastoraldelencuentro”1que,de acuerdo a nuestra trayectoria histórica,integrauna gran dosis de “re-encuentros” entre antiguos amigos, familiares, vecinos y conciudadanos, como gesto previo que favorezca –de ser necesario– la reconciliacióndel hombre con Dios, con el prójimo ocon la misma historia.4. Ante Ud., Santo Padre, deseo expresar un especial agradecimientoa las Iglesias Hermanas y congregaciones religiosas que nos apoyan con el envío de misioneros2, así como a los Organismos Internacionales de Ayuda3 que nos tienden la mano fraterna con una exquisita generosidad y cualidad eclesial.

5. Hoy, al celebrar la Fiesta del Apóstol San Mateo, seguramente que Ud. renueva aquel impulso interior que vivió siendo muy joven, en su parroquia de San José de Flores después de haber experimentado la misericordia como fruto desu encuentro sacramental con el P. Duarte4. Ese recuerdo también le permite renovaren este día su lema episcopal:“Lo miró con misericordia y lo eligió”.

¡Gracias, Santo Padre! Bendiga con la bendición de Dios a cuantos estamos en esta Plaza y a cuantos con devoción participan de esta celebración a través de los medios de comunicación. Bendiga a cuantos han brindado su ayuda y su trabajo en la organización de su visita en este día. Bendiga a cada una de nuestras familias. Todos estamos necesitados de ser bendecidos.

Notas

1Exhortación Apostólica EvangeliiGaudium, 239

“Es hora de saber cómo diseñar, en una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda de consensos yacuerdos, pero sin separarla de la preocupación por una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones. El autor principal, el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una élite. No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos, o una minoría ilustrada o testimonial que se apropie de un sentimiento colectivo. Se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural…”

2 Diócesis que apoyan con misioneros y congregaciones religiosas

De Argentina: San Isidro, Argentina (2) y de Colombia: Girardota (2), Santafe de Antioquia, Buga y Granada (1)… Hermanitos de Jesús (2), Misioneros de la Sociedad del Verbo Divino (7) y Orden de San Agustín (2)

3Organismos internacionales de ayuda

Papa Foundation, PopulorumProgressio, ADVENIAT, Iglesia Necesitada (Kirche in Not), MISEREOR, Comité de Ayuda al desarrollo del Tercer Mundo (Conferencia Episcopal Italiana), Nueva Evangelización (Conferencia Episcopal Española), Manos Unidas, Cáritas (de varios países), Porticus, Oficina de Colectas Nacionales de la USCCB, Soberana Orden de Malta, Caballeros de Colón, CatholicReliefServices (CRS),The Little WayAssociartion,  algunas Arquidiócesis y Diócesis, así como aportes o donaciones de familias, grupos o asociaciones específicas.

Spadaro SJ “El Jesuíta” – Capítulo IV “La primavera de la fe”

Fue para él una gracia muy grande que sobrevino imprevistamente. Era 21 de septiembre y, al igual que muchos jóvenes, Jorge Bergoglio —que rondaba los 17 años— se preparaba para salir a festejar el Día del Estudiante con sus compañeros. Pero decidió arrancar la jornada visitando su parroquia. Era un católico practicante que frecuentaba la iglesia porteña de San José de Flores.

Cuando llegó, se encontró con un sacerdote que no conocía y que le transmitió una gran espiritualidad, por lo que decidió confesarse con él. Grande fue su sorpresa al comprobar que no había sido una confesión más, sino una confesión que despabiló su fe. Que le permitió descubrir su vocación religiosa, al punto que resolvió no ir a la estación de tren a encontrarse con sus amigos y volver a su casa con una firme convicción: quería… tenía que ser sacerdote.

“En esa confesión me pasó algo raro, no sé qué fue, pero me cambió la vida; yo diría que me sorprendieron con la guardia baja”, evoca más de medio siglo después. En verdad, Bergoglio tiene hoy su interpretación de aquella perplejidad: “Fue la sorpresa, el estupor de un encuentro; me di cuenta —dice— de que me estaban esperando. Eso es la experiencia religiosa: el estupor de encontrarse con alguien que te está esperando. Desde ese momento para mí, Dios es el que te ‘primerea’. Uno lo está buscando, pero Él te busca primero. Uno quiere encontrarlo, pero Él nos encuentra primero” y agrega que no fue sólo el “estupor del encuentro” lo que destapó su vocación religiosa, sino el modo misericordioso con el que Dios lo interpeló, modo que se convertiría, con el correr del tiempo, en fuente de inspiración de su ministerio. 

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